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Jonás se lleva un terrible disgusto cuando Dios le confía un encargo: debe ir a Nínive y comunicar a sus habitantes una mala noticia. Jonás no quiere ir. Toma un barco para marchar rápidamente lo más lejos posible. Pero en el mar estalla una gran tormenta y el barco corre peligro de hundirse (cf. Jon 1,1-4,11).